El 11 de septiembre, Chile cumplió 50 años desde el golpe que llevó a Augusto Pinochet al poder, con las divisiones políticas resultantes del legado de su brutal dictadura claramente visibles.
El aniversario del violento derrocamiento del líder marxista Salvador Allende, respaldado por Estados Unidos, todavía evoca fuertes emociones, y la policía disparó gases lacrimógenos y cañones de agua contra los manifestantes que destrozaron el palacio presidencial en la víspera del aniversario.
El presidente izquierdista Gabriel Boric encabezó un acto en el palacio, conocido como La Moneda, para conmemorar la fecha histórica, y destacó la necesidad de condenar a quienes violan los derechos humanos “sin ningún matiz”.
“El golpe no puede separarse de lo que ocurrió después”, dijo, refiriéndose a la dictadura de 17 años de Pinochet en la que más de 3.200 personas fueron asesinadas o “desaparecidas” y decenas de miles fueron torturadas.
El partido de derecha UDI emitió un comunicado el lunes defendiendo el golpe como “inevitable” debido a los fracasos políticos izquierdistas de Allende.
Los presidentes de México, Colombia, Bolivia y Uruguay asistieron a la emotiva ceremonia en Santiago, a la que también asistieron el guitarrista de Rage Against the Machine, Tom Morello, y el expresidente uruguayo, José Mujica.
Ningún representante de la derecha asistió al evento del lunes en La Moneda.
Las lecturas de poesía y las actuaciones musicales fueron interrumpidas por un minuto de silencio para conmemorar el momento en que comenzaron a caer las bombas sobre el palacio. Allende se suicidó cuando se acercaron tropas y tanques.
Al caer la noche, miles de personas llegaron al estadio nacional de la capital -antaño utilizado por el régimen de Pinochet como centro de tortura- para encender velas en memoria de las víctimas.
En otras partes, los manifestantes en las afueras de la ciudad bloquearon el tráfico de vehículos. En medio de los disturbios, un camarógrafo de una estación de televisión local recibió un disparo en la cara y un policía resultó herido. Ambos se encuentran fuera de peligro, dijeron las autoridades.
El golpe de 1973, en un país considerado durante mucho tiempo como un bastión de la democracia y la estabilidad en América Latina, resonó en todo el mundo y subrayó la intromisión encubierta de Estados Unidos.
El portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Matthew Miller, dijo el lunes que la administración del presidente Joe Biden “ha intentado ser transparente sobre el papel de Estados Unidos en este capítulo de la historia de Chile al desclasificar recientemente documentos de 1973 como lo solicitó el gobierno chileno”.
‘Ya no’
La sociedad chilena sigue dividida entre quienes defienden el golpe y quienes lo rechazan, mientras que muchos sienten que las advertencias son irrelevantes en medio de una crisis económica y temores de un aumento de la criminalidad.
Una encuesta realizada por Cerc-Mori en mayo encontró que el 36% del público creía que Pinochet “liberó a Chile del marxismo”, la cifra más alta medida en los 28 años de la encuesta.
El domingo, Boric se convirtió en el primer presidente desde el fin de la dictadura en 1990 en asistir a una marcha en memoria de las víctimas de Pinochet por Santiago.
Sin embargo, la procesión fue interrumpida por vándalos que causaron daños en el exterior de La Moneda y en el cementerio público que alberga un monumento a las víctimas.
Seis agentes de policía resultaron heridos y al menos 11 personas fueron arrestadas, dijeron las autoridades.
Boric culpó de las acciones a “enemigos de la democracia”.
El domingo por la tarde, unas 6.000 mujeres vestidas de negro realizaron una protesta pacífica en la capital con el lema: “La democracia nunca más será bombardeada”, en referencia a los ataques aéreos de 1973.
La política ‘un poco tóxica’
Liderados por Boric, los herederos políticos de izquierda de Allende están hoy en el poder en Chile.
Pero el derechista Partido Republicano –defensor de Pinochet– surgió como el partido más fuerte en las elecciones de mayo para un organismo encargado de redactar una nueva constitución para reemplazar una que data de la era de la dictadura.
Pinochet murió de un infarto el 10 de diciembre de 2006 a la edad de 91 años, sin siquiera poner un pie en los tribunales.
Michelle Bachelet, ex presidenta de izquierda de Chile, dijo el lunes a una estación de radio local que su país debe “aprender de las lecciones del pasado” en un momento en que la política es “un poco tóxica”.
Él mismo fue torturado durante el régimen del dictador, al igual que su padre, un general de la fuerza aérea que se opuso al golpe.
La oposición de derecha de Chile no firmó un documento afirmando un compromiso de “defender la democracia de amenazas autoritarias” que había sido firmado por los cuatro ex presidentes vivos del país sudamericano.
El domingo, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo que el golpe de 1973 “fue un colapso institucional que cortó los lazos de convivencia y marcó a generaciones de chilenos, pero también inspiró a muchos a luchar por la justicia y la libertad”.
Y agregó: “La fuerte democracia de Chile hoy nos da la esperanza de que la humanidad, unida en la diversidad, puede resolver cualquier desafío global”.
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